viernes, 19 de agosto de 2011

Roy Rogers Novaro nº 214









Roy Rogers Novaro 214
México, 4 de Marzo de 1970.
Cortesía del mago Doncomic.
Muchas gracias.





Elogio de la vida salvaje.

El hombre aprende a despreciar las amenazas de un cataclismo que nunca llega y sigue enderezando viejos árboles, cultivando el suelo y alimentando las manadas con su pasto y sus flores. Él dominará los ímpetus salvajes algún día, pero el momento no ha llegado aún, pues la Naturaleza luchará por mantener su antigua supremacía. Y él no puede alterar inmediatamente el inveterado orden, al cual se aferra tenazmente, como el indio a su vida salvaje. El ensayo de la Naturaleza de ahuyentar al hombre ha fracasado. El se ríe de su máscara terrorífica porque sabe que sólo es una máscara que la sofoca y que, por lo tanto, no podrá soportala mucho tiempo. Acabará por desecharla y hará la guerra al hombre de otra manera. Se someterá a su yugo y será dócil, para poder traicionarlo y vencerlo al fin; inventará mil sorpresas y tretas extrañas, molestarlo un cien formas; zumbará en sus oídos y clavará aguijones en su carne; lo enfermará con el perfume de las flores y lo envenenará con la dulce miel, y cuando repose, a la hora del descanso, lo aterrorizará con una súbita aparición de un par de ojos sin párpados y una temblorosa lengua en forma de horquilla. Él esparce las semillas, y mientras espera que germinen y brote la verde espiga, la tierra se abre, dejando salir un ejército de langostas amarillas que se las devoran. Ella también, caminando invisible a su lado, arroja milagrosas semillas junto a las suyas. Pero él no se deja vencer, porque destruirá a esos listados y moteados seres, secará los pantanos, incendiará los bosques y praderas, matará a sus salvajes animalillos por millares, para cubrir las llanuras de ganado, ondulantes plantas de trigo y montes frutales. Y ella, escondiendo la cólera que hierve en su corazón, sale un día al amanecer, secretamente, sopla sus trompetas sobre las montañas, llamando en su auxilio a sus innumerables hijos. Se ve apurada y grita para que vengan a ayudarla y defenderla los hijos que la aman, y muy pronto del Norte y del Sur, del Este y del Oeste, llegan por millares seres que cubren el suelo arrastrándose y por el aire nubes que oscurecen el cielo. Ratones y grillos pululan en los sembrados; mil pájaros audaces reducen a piltrafas los espantapájaros, a fin de proveerse de la paja necesaria para construir sus nidos; son devorados los verdes pastos y los árboles quedan sin corteza, fingiendo enormes esqueletos blancos sobre los campos desnudos y solitarios, agrietados y resecos por el fuerte sol. Cuando el hombre llega al colmo de la desesperación, cesa por fin el ataque y el hambre diezma las huestes de sus enemigos, que se devoran los unos a los otros y perecen en su totalidad. Todavía vive él para la­mentar su pérdida, luchando aún, resuelto y sin someterse. Ella también llora la destrucción de sus hijos, que ahora, muertos, sólo sirven para fertilizar el suelo y dar nueva fuerza a su implacable enemigo. Pero tampoco se rinde; seca sus lágrimas y ríe otra vez, pues ha encontrado un arma nueva que usará para atormentarlo durante mucho tiempo. Diseminará por la tierra infinidad de plantas nocivas que surgirán por doquiera, invadiendo los campos como parásitos, absorbiendo toda su humedad, tornando a las tierras estériles.

Guillermo Enrique Hudson (Argentina)

1 comentario: